Uno de los momentos más bonitos en una pareja es la petición de matrimonio, lo que siempre se ha llamado “La pedida de mano” y que ha evolucionado a lo largo de los últimos años.

  En los años 70 la pedida era un acto familiar donde los padres de los novios se encargaban de la organización de este evento para conocerse y organizar la próxima boda de sus hijos. El padre del novio encargaba una joya para la novia y el padre de ella correspondía con un reloj. Mencionamos la década del pasado siglo porque era frecuente que en esa época  el regalo para la novia tuviera un origen práctico siendo tradicional regalar el juego de sortija y pendientes que usaría la novia el día de la boda y en muchas ocasiones una riviere, pulsera de diamantes, que representa amor eterno.



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 Pero en la siguiente década el cine irrumpe en la joyería con mucha fuerza marcando pautas en el regalo de pedida. El tiempo pasa y la pieza a regalar evoluciona. Todos tenemos en mente al actor de moda arrodillado frente a su dama y pidiendo a la protagonista que se case con él ofreciéndole una sortija de diamantes que al abrir la caja que la contiene deslumbra más que el sol. Este acto arraiga firmemente en la sociedad española y cambia la pieza  a regalar aunque no la forma de hacerlo, los padres siguen organizando la pedida de mano y pagando ellos el regalo.

Esto se mantiene hasta finales de los 90, pero en el inicio de los 2000 ocurre otro cambio en la petición de matrimonio.

  Con el cambio de siglo hay también un cambio generacional con nuevas costumbres.

Los novios actuales son más independientes, tanto económicamente como en su relación de pareja, por esto la pedida de mano también es más personal. Los novios quieren que la petición de matrimonio sea un momento íntimo y especial para ellos por lo que prefieren que sea solo cosa de la pareja. El novio quiere sorprender a su futura esposa, y para pedirle matrimonio reserva un fin de semana en una ciudad con encanto, se van a cenar al restaurante de moda de Valencia, o también vuelven a ese pueblecito marinero donde se dieron su primer beso para arrodillarse en la playa, con la sortija en la mano, mientras ella rompe a llorar.


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Estos novios, a la vuelta del viaje, les cuentan a sus familias su compromiso y quedan todos para organizar la próxima boda. Es muy común que los padres del novio le regalen a la novia los pendientes que usará el día de la boda, o quizá una riviere de diamantes y los padres de la novia un reloj o unos gemelos para él  y tengan un recuerdo de ellos por la alegría de la noticia.

  Sea como sea la pedida de mano lo que sí que quedará siempre impreso en la joya es la alegría del momento porque esa será siempre su sortija de pedida, y que enseñará a todas sus amigas para mostrar su compromiso.